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Contemplad cómo crecen los lirios del campo: no trabajan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió jamás como uno de ellos. |
Avisos de la semana:
Cambio de horario en octubre
A partir del domingo 1º de octubre la Santa Misa de los domingos por la mañana cambiará de horario. Será cantada a las 10:45hs en lugar de las 13hs.
Es decir, misa los domingos a las 10:45hs y a las 20hs en la Iglesia de NS de la Paz.
También a partir de octubre, retomaremos las adoraciones al Santísimo y demás cultos y actividades.
Retiro de varones
Del 12 al 15 de octubre se predicará un retiro para varones. Para inscribirse o para mayor información contactar Don Alexis o Don Raúl.
Peregrinación en Fátima
Siguen abiertas las inscripciones para la peregrinación a Fátima, desde el 2 al 4 de noviembre.
Catecismo
Están abiertas las inscripciones para el catecismo de 1ª comunión y para el catecismo de confirmación sea adultos o niños.
Comentario del evangelio (Don Gueranger)
LAS TRES CONCUPISCENCIAS. — La vida sobrenatural, para llegar a su pleno desarrollo en las almas, tiene que triunfar de tres enemigos que San Juan ha llamado concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de vida Acabamos de ver, en la Epístola del día, el obstáculo que opone el primero de estos enemigos al Espíritu Santo y la manera de vencerle; la humildad (y sobre ella la Iglesia ha llamado más de una vez la atención en los Domingos precedentes) es la destrucción del orgullo de la vida. El Evangelio que acabamos de leer tiene por objeto la concupiscencia de los ojos, o sea, el apego a los bienes de este mundo, que no tienen de bienes más que la falsa apariencia.
EL BUEN USO DE LAS RIQUEZAS. — «Nadie, dice el Hombre-Dios, puede servir a dos señores»; y estos dos señores de quien habla son Dios y Mammón, o sea, la riqueza. Y no es que la riqueza sea mala en sí misma. Adquirida legítimamente y empleada según la voluntad del supremo Señor, sirve para ganar los verdaderos bienes, y amontonar por adelantado en la patria eterna los tesoros que no temen a los ladrones ni a la polilla Aunque la pobreza sea la hidalguía de los cielos desde que el Verbo divino se desposó con ella, incumbe una gran función al rico, puesto en nombre del Altísimo para hacer útiles las diversas porciones de la creación material. Dios tiene a bien encomendar a sus euidados el alimento y vestido de sus más amados hijos, de los miembros pobres y pacientes de su Ungido; le llama a ser apoyo de los intereses de su Iglesia y promotor de obras que le merezcan la salvación; le confía el esplendor de sus templos. ¡Dichoso y digno de toda alabanza es el que de ese modo ordena directamente a la gloria del Creador los frutos de la tierra y los metales que encierra en su seno! No tema: no se habrán pronunciado para él los anatemas que con tanta frecuencia salieron de la boca del Hombre-Dios contra los ricos y afortunados del mundo. No tiene más que un amo: el Padre Celestial, de quien se confiesa humilde mayordomo. Mammón no le domina; antes tiene él a Mammón por esclavo y sujeto al servicio de su celo. El cuidado que pone en administrar sus bienes según la justicia y caridad no lo condena el Evangelio, ya que aun entonces obedece a la palabra de Jesucristo de buscar primero el reino de Dios. Por sus manos pasan las riquezas en obras buenas sin distraer sus pensamientos del cielo, donde está su tesoro y su corazón.
EL MAL USO DE LAS RIQUEZAS. — Ocurre todo lo contrarío cuando a las riquezas no se las considera ya como un simple medio sino como fin de la existencia, hasta el punto de descuidar y a veces olvidar por ellas nuestro último fln. Los caminos del avaro roban su alma, dice el Espíritu Santo2. Y es que, en efecto, como explica el Apóstol a su discípulo Timoteo, el amor al dinero precipita al hombre en la tentación y en los lazos del diablo por el tumulto de deseos perniciosos y vanos que engendra; le hunde cada vez más en el abismo, hasta hacerle vender su fe si es necesario8. Y, con todo eso, el avaro, cuanto más amontona, menos gasta. Guardar su tesoro celosamente, contemplarle4, pensar sólo en él cuando le es preciso ausentarse, en eso tiene puesta toda su vida; su pasión se convierte en idolatría8. Y Mammón, en efecto, ya no es sólo para él un señor; es un Dios ante , quien el avaro, inclinado día y noche, sacrifica amigos, parientes, patria y a sí mismo, consagrando su alma a su ídolo y arrojándole aún en vida, dice el Eclesiástico, sus propias entrañas 1. No nos admiremos de que el Evangelio represente a Dios y a Mammón como a rivales irreconciliables; ¿quién sino Mammón ha visto a Dios en persona sacrificado por treinta monedas de plata sobre su altar? ¿Hay acaso algún ángel caído cuya gloria espantosa brille con más siniestro fulgor debajo de las bóvedas infernales, que el demonio del interés, autor de la venta que entregó al Verbo eterno a los verdugos? El deicidio está a cuenta de los avaros; su miserable pasión, que califica el Apóstol de raíz de todos los males2, reclama para sí legítimamente el crimen más grande que el mundo ha cometido.
LECCIÓN DE CONFIANZA. — Pero, sin llegar a los excesos que hicieron decir a los autores inspirados de los libros de la antigua alianza: «No hay nada más criminal que el avaro, nada más malvado que amar el dinero»8, es fácil dejarse arrastrar, respecto a los bienes de este mundo, por un celo exagerado que sobrepase al que la prudencia permite. El Creador, que cuida de los pájaros del cielo y de los lirios del campo, ¿se olvidará de alimentar y de vestir al hombre, para quien fueron criados los lirios y los pájaros? Y, sobre todo, desde que el hombre puede decir a Dios: Padre, la inquietud que condena la sola razón, sería en los cristianos una injuria para aquel de quien son hijos. Su ruindad de alma merecería el desamparo del Señor de todas las cosas. Por el contrario, si, correspondiendo a su nobleza de raza, buscan ante todo el reino de Dios, cuya corona poseerán en la verdadera patria, los bienes del valle del destierro, en la medida útil al viaje que los conduce al cielo, les están asegurados en la palabra expresa del Señor.
El Ofertorio, como las otras partes de esta Misa, expresa todo él confianza. El jefe de las milicias de Dios, el arcángel San Miguel, cuya fiesta está ya cerca y a quien la Iglesia invoca todos los días en la bendición del incienso en este momento del sacrificio, ¿no está pronto a defender a los que temen al Señor?